lunes, mayo 09, 2005

Alejandro Toledo:

Bailando con la fea

El mandatario peruano, que prometía un “nuevo amanecer” para su país, está casi con un pie afuera de su Gobierno. Apenas un 10% de la población peruana lo apoya, mientras que el Congreso de su país vaticina una posible destitución de su cargo, debido a actos de corrupción.



La multitud que en 2001 se juntó a celebrar la elección del nuevo presidente peruano, Alejandro Toledo (59), nunca imaginó que su administración iba a colapsar en forma tan vertiginosa. Para los limeños y el resto de los habitantes del Perú, Toledo representaba al hombre que traía nuevos “aires” al Gobierno. Su figura simbolizaba el fin de la pobreza, el término de la corrupción, el fin del terrorismo y las esperanzas sobre un repunte en el ámbito económico.
Los orígenes humildes del nuevo Jefe de Gobierno; un cholo (tipo racial muy extendido en el país andino que mezcla elementos indios y criollos), más su avalada carrera como economista, hicieron que más del 60% de los votantes le dieran su voto de confianza al oriundo del puerto de Chimbote, quien triunfó con el 52,5% de los votos; cifra que dejó fuera de carrera a su principal contendor: el ex-presidente Alan García. Sin embargo, en menos de tres años de gobierno, la popularidad de Toledo bajó a menos del 10% (antes llegó al 7,3%), hecho marcado por una fuerte crisis interna en lo económico y en lo social.
El tradicional cielo gris que suele cubrir la capital limeña alcanzó los techos del Palacio de Gobierno. El panorama no podía ser peor. A los problemas limítrofes con Chile y las últimas polémicas con la sucursal peruana de la multitienda Falabella, por considerar que sus campañas publicitarias eran racistas (al no tomar en cuenta el arquetipo mestizo que caracteriza a la población del Perú) y la aerolínea Lan (por un video promocional que muestra a la capital limeña sucia y desordenada), se sumó la alta tasa de desempleo (que alcanzó el nivel récord de 11,3% en el primer trimestre del año 2005).
Muchos atribuyen el rápido desgaste del Gobierno de Toledo a su incapacidad como Presidente. Se le critica la falta de resolución y la poca credibilidad de sus promesas. El mandatario aseguró altos índices de empleo y un periodo de prosperidad al que bautizó como “el nuevo amanecer del Perú”, pero aquel eslogan, en cuestión de meses, calzó más con “otro anochecer” para el país andino. Los desajustes fiscales y las deudas contractuales de Fujimori fueron descubiertas, apenas pasados cuatro meses, por la nueva administración. En aquellos días, cargados de incertidumbre, a Toledo se le acusó de nepotismo -al contratar a su sobrino Jorge Toledo como asesor y al haber designado a su esposa, Eliane Karp, en un cargo similar en el banco privado Wiese Sudameris.
La crisis interna y el descontento generalizado “reventó” en varias protestas, las que causaron disturbios en Arequipa, Tacna, Cuzco y Lima. Toledo se vio forzado a declarar el estado de excepción durante un mes (a partir del 17 de junio de 2002). Estas situaciones se repitieron en los siguientes años, lo que motivó la incertidumbre respecto de la continuidad del Presidente peruano en el poder. Incluso, durante una entrevista televisiva, Toledo reconoció que había prometido a la ciudadanía “más de lo que podía cumplir”. En tres años como Gobernante no había sido capaz de solucionar las precarias condiciones de extrema pobreza que afectan, hasta hoy, a más de 27 millones de peruanos.

La Perseverancia del Cholo

Una de las características más emblemáticas de Toledo es su “abultado background” académico. En 1970 completó el bachillerato en Economía en la Universidad de San Francisco (EE.UU.). Después consiguió otras especializaciones en la Universidad californiana de Stanford, lugar en que obtuvo un doctorado en Economía de Recursos Humanos. Más tarde, además de su trabajo como Economista, se desempeño como profesor y funcionario internacional. Organismos como la UNICEF y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre otros, lo tuvieron como representante.
Toledo, de a poco, logró destacarse en su trabajo, cuyas experiencias y conclusiones relató en varios artículos y ensayos. Más tarde, en 1996, presentó el manifiesto Cartas Sobre la Mesa: Testimonio y Propuestas Para un País Posible. En éste se pueden apreciar varias críticas a las políticas económicas de los gobiernos previos y sus magros resultados en la lucha contra la corrupción. Así, el actual mandatario, quien fue derrotado por Fujimori en las elecciones presidenciales de 1995, se fue haciendo famoso por la “lucidez” de sus planteamientos y sus propuestas para un mejor estado peruano. El camino no fue fácil, ya que existía un fuerte rechazo hacia la posibilidad de un primer presidente con un marcado origen indígena.
Los hechos anteriores muestran a Toledo como un hombre de empuje, que pese a su origen humilde, consiguió llegar a la presidencia de la República. Sus principales preocupaciones han sido la fuerza laboral del Perú y la reivindicación étnica. En sus discursos se puede apreciar su preocupación por la mantención de la Democracia y de la libertad. También destaca su habilidad como orador, aspecto que utiliza con especial cuidado cuando se refiere a América Latina. Seguidamente enaltece el concepto de países hermanos unidos tanto por el idioma como por la sangre indígena (Discurso del Acto de Inauguración de la XI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno). Tampoco es ajeno al poder. Toledo Afirmó, días después de haber asumido la Presidencia, que le gustaba tener poder, ya que este “le permitía hacer más positiva la vida de la gente”.
Algunos analistas creen que el debacle de Toledo se debe en gran parte a los problemas heredados por las anteriores administraciones, mientras que detractores como Alan García consideran que la culpa la tiene el marcado carácter mesiánico del actual Gobierno peruano. Lo que si está claro es que Alejandro Toledo ocupa el último lugar de aprobación comparado con los otros 17 presidentes de la región.

Por la cuerda floja

La tensión al interior de Perú, cada cierto tiempo, ha sido opacada por asuntos limítrofes con Chile. Toledo, al igual que sus colegas presidentes de Bolivia y de Argentina, aprovecha en reemplazar los problemas internos por los externos. Esta ha sido su política comunicacional en los últimos meses, la que pretende revertir sus bajos índices de popularidad (obtuvo un repunte del 3%, el que lo dejó con un 10% de apoyo popular). La última polémica es la acusación contra Chile; nación a la que se le recrimina el haber vendido armas a Ecuador durante la guerra sostenida con la nación peruana en 1995. Hasta el momento, Mariano Fernández, ex – subsecretario de Relaciones Exteriores y actual embajador en Reino Unido, aclaró que Ecuador compró material bélico en 1994, pero que lo retiró durante los primeros días del conflicto, en 1995.
Pese a lo anterior, en los últimos días el gobierno peruano sigue insistiendo en sus acusaciones, hecho que no dejó pasar por alto las últimas denuncias contra Toledo. Una comisión investigadora del Congreso encontró evidencias que conectan al jefe de gobierno andino en delitos de asociación ilícita, los que habrían estado dirigidos a la supuesta falsificación de firmas de Perú Posible (movimiento que catapultó al actual mandatario a la presidencia).
Pareciera ser que la suerte del actual Gobierno peruano está echada. Si dicha comisión tiene éxito, se podría llegar a producir la destitución del presidente andino. Además, de la inhabilitación por 10 años para ejercer cualquier cargo público. ¿Qué pensamientos atraviesan por la mente de Alejandro Toledo? Seguramente eso se preguntan todos los peruano. Inclusive, el mismo Toledo.